Muchos niños padecen trastornos del lenguaje que les impide desenvolverse con soltura en el colegio o relacionarse bien con sus amigos y eso puede marcarles de por vida. La solución está en dar al problema la importancia que merece y saber prevenir esas alteraciones del habla antes de que sea demasiado tarde.
La mayoría de veces, cuando el habla de nuestro hijo no es todo lo fluida que debiera, solemos defendernos respondiendo que es más avispado para otras cuestiones y restándole importancia. pero en la mayoría de los casos -salvo que exista alguna alteración física que lo impida- los trastornos del lenguaje son problemas que se pueden y se deben resolver y, por supuesto, prevenir.
LO MÁS HABITUAL
Se calcula que uno de cada cinco niños entre 2 y 5 años tiene problemas de lenguaje, pero no todos los niños que hablan mal pecan de lo mismo. Son muy diversos los problemas que se pueden presentar, aunque los más frecuentes son:
LA DISLALIA.
La dislalia es el trastorno del lenguaje más frecuente en los niños y normalmente no se le da importancia -comenta esta especialista-. Consiste en decir mal uno o varios sonidos e incluso puede llegar a darse la situación de que lo que dice el niño sea totalmente ininteligible, es decir, imposible de comprender. Para poner un ejemplo, cuando un niño de más de 4 años, en lugar de "terror" dice "telol" o en lugar de "pera" dice "pela", tiene dislalia".
Este trastorno también se da en el caso, menos frecuente, de que el niño olvide pronunciar un determinado sonido (por ejemplo "venana" por "ventana").
EL RETRASO EN LA APARICIÓN DEL HABLA.
Cuando se da esta circunstancia, algunos padres se suelen mostrar muy preocupados -explica Lluïsa Cabré-. Es preciso aclarar que este trastorno no implica ningún retraso intelectual. Un niño de 2 años puede no decir una palabra y, sin embargo, ser muy inteligente. De toda maneras, es preciso estimular al niño para que el proceso de aprendi zaje sea el correcto". Hacia los 12 meses, el niño debe ser capaz de decir algunas palabras, aunque entonces sí es normal que las pronuncie de manera incorrecta. A los 4 años, debe haber aprendido a decir bien todos los sonidos y, si no es así, es preferible que consultes a un buen especialista.
EL TARTAMUDEO
Suele aparecer entre los 3 y lo 4 años. Por lo general todos los niños del mundo tartamudean; unos lo hacen repitiendo alguna palabra o sílaba y otros haciendo una pausa entre una palabra y otra, pero en ellos no tiene por qué ser algo permanente como ocurre con los adultos, simplemente forma parte de una de las etapas evolutivas del niño. En muchos casos el niño tartamudea cuando se da cuenta de que tiene poder verbal, cuando pidiendo algo se lo conceden sin ponerle pegas, y en realidad eso le provoca un susto, una sorpresa. El mejor tratamiento de ese tartamudeo infantil es no darle importancia. No hay que darle ninguna consigna, ni siquiera decirle al niño que hable más despacio, que piense lo que va a decir antes de hablar o que evite tartamudear, porque, al hacerlo, el niño será consciente de su problema y le costará más superarlo. Cuanto menos importancia se le de, más deprisa desaparecerá el trastorno. Si no es así, entonces sí será necesario comprobar que no se trata de algo permanente". Si el niño deja de hablar de manera repentina e inesperada, si el retraso en el lenguaje es muy evidente o confunde gran parte de los sonidos, pudiera ser que la causa fuera más grave e incluso que existieran problemas psicológicos, neurológicos o físicos serios. En estos casos, la ayuda de un especialista se hace indispensable.
EL LOGOPEDA Y TÚ
En ocasiones, y aunque la intervención del logopeda pueda ser muy recomendable, también en casa y teniendo en cuenta las siguientes recomendaciones podrás evitar o superar a tiempo éstos y otros trastornos similares en tu hijo:
No le corrijas constantemente. Si lo haces, cogerá miedo a hablar y dejará de hacerlo, es preferible que más tarde tú repitas correctamente -y dentro del contexto de una frase- la palabra que él ha dicho mal. Le servirá de ejemplo.
No le interrumpas mientras habla, dale tiempo para expresarse y espera al menos dos segundos antes de contestarle.
No le exijas que repita lo que ha dicho o que comience de nuevo, porque eso le desanimará.
Hablarle y explicarle cosas es muy positivo, pero aún lo es más escucharle y hacerlo relajadamente , aunque repita frases o palabras.
Reflexiona sobre tu manera de hablarle. Si lo haces muy deprisa y sin pronunciar bien algunos sonidos, tu hijo hablará del mismo modo.
Procura que más allá de los 12 meses no lleve chupete. Ve quitándoselo de manera progresiva. Lluïsa Cabré explica el porqué:
Cuando nacemos, succionamos porque estamos inmaduros neurológicamente y en esa acción la lengua no se mueve casi nada, únicamente hacemos un cambio de presión en ella cuando tragamos. A los siete u ocho meses hay que introdu- cir los sólidos para obligar a la lengua que tenga mayor movilidad y así, al engullir los alimentos sólidos, el niño irá adquiriendo las pautas para articular los sonidos de nuestro código fonético. Si el niño mantiene durante mucho tiempo el biberón, el chupete y las papillas, se retrasará en el lenguaje". Por supuesto, no todos los niños que usan chupete más allá de los 24 meses tienen problemas en el lenguaje, pero en ellos hay más probabilidades de que así sea. La permanencia de estos hábitos infantiles no solo es negativo para el desarrollo lingüístico del niño, sino que algunos expertos aseguran que tenderá a comportarse de manera infantil más allá de lo que se considera normal.
En ocasiones, que tu hijo no hable bien puede deberse a problemas en el oído y a que no sepa discriminar correctamente los diferentes sonidos. Por ello, antes de probar soluciones más drásticas es recomendable que te asegures a través de un especialista de que se audición es perfecta.
SI LE HABLAS SERÁ MÁS INTELIGENTE
Desde el momento en que nace -e incluso cuando todavía se encuentra en el seno materno-, es de suma importancia que hables a tu hijo. Además de que los lazos afectivos se estrecharán, el niño aprenderá a asimilar los sonidos de su lengua natal. Pero aún hay más: algunos estudios aseguran que, el primer año de vida, escuchar conversaciones forma la mente y hace al niño más inteligen- te. Conseguirás estimular sus reflejos, que tenga mayor rapidez mental, más capacidad para el aprendizaje rápido y más potencial para asimilar y recordar lo aprendido.
Ya sabes, si quieres que sea inteligente, háblale.
Lluïsa Cabré
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