El otro día un amigo me mandó un texto de Khalil Gibran, un maravilloso poeta, místico y artista que nació en Líbano en 1883. Se afincó en Estados Unidos y su vida transitó entre su amor por la cultura árabe y la influencia de pensadores occidentales. La literatura de Khalil Gibran se define por su búsqueda mística de las materias más clásicas del comportamiento y del sentir existencial, desde un sentimiento pleno de bonhomía y conexión natural.
Su obra maestra es "El Profeta" y se convirtió en un icono del despertar de la juventud de los años 60, junto con el célebre "Sidharta" De Herman Hess. De repente la mente sensible y tierna de los jóvenes se vieron desbordados por sentimientos de espiritualidad oriental, satisfaciendo de alguna manera su necesidad de "rebeldía" frente a la rigidez y la abulia de las religiones costumbristas. Hemos elegido un capítulo del libro, en el que "El Profeta", lleno de amor hacia sus semejantes desgrana su alma ante las preguntas que una vidente llamada Almitra le hace antes de partir. Texto para meditar, recuperar nuestro recuerdo de hijo adolescente necesitado de libertad y amor, y mirar hacia nuestros corazones de padres deseosos de entregar esa libertad y ese amor a nuestros hijos.
Khalil Gibran era un consumado artista plástico, que ilustraba sus obras. Este cuadro pertenece al propio libro.
"Tus hijos no son tus hijos,
son hijos e hijas de la vida,
deseosa de sí misma.
No vienen de ti,
sino a través de ti,
y aunque estén contigo,
no te pertenecen.
Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos,
pues ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas,
porque ellos
viven en la casa del mañana,
que no puedes visitar,
ni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerles semejantes a ti,
porque la vida no retrocede ni se detiene en el ayer.
Tú eres el arco del cual tus hijos,
como flechas vivas,
son lanzados.
Deja que la inclinación,
en tu mano de arquero,
sea para la felicidad."
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