La maravillosa mente de un bebe

10 abr 2008

Antes se creía que apenas captaban lo que ocurría a su alrededor. Hoy se sabe que los más pequeños sienten emociones complejas, como los celos, la empatía o la frustración.

John y Thomas son los nombres (ficticios) de dos hermanos varones gemelos (reales) que nacieron hace 12 años en la maternidad de una ciudad cualquiera de Estados Unidos. Habían venido al mundo prematuramente y con bajo peso. Ambos fueron colocados en sendas incubadoras y recibieron los necesarios cuidados médicos neonatales que su caso requería. Con el paso de los primeros días, mientras que John evolucionaba con normalidad e iba ganando peso, Thomas, el más inmaduro, no mejoraba.

Preocupada, la jefa de enfermeras del servicio de neonatología decidió ponerlos juntos, en la misma incubadora. Pensaba que el más débil, al notar cercana la presencia de su hermano, con el que había compartido su existencia desde que ambos eran dos células microscópicas, tal vez podría sentirse mejor.

La enfermera observó con perpleja curiosidad cómo John enseguida colocó su diminuto brazo sobre su hermano, como si tratara de abrazarlo y protegerlo. A partir de ese momento, Thomas empezó a evolucionar favorablemente y a ganar peso.

Esta enternecedora historia fue publicada en la revista Reader’s Digest en los años noventa y leída por Pedro Tarquis, médico español del Hospital Clínico San Carlos, de Madrid. El no recuerda los detalles, pero sí la esencia: "Me enseñó a valorar la importancia de la afectividad y la empatía en el trato con el paciente", dice Tarquis, que guardó el recorte con la foto.

Alertas y receptivos


Desde 1890, cuando el psicólogo William James definió el mundo de los bebes como "una confusión total de zumbidos", se sostuvo que los pequeños poseían una mente muy simple que apenas mimetizaba lo poco que captaba a su alrededor. En las últimas décadas, sin embargo, diversos estudios controlados mediante modernas técnicas de electroencefalografía y otras pruebas de diagnóstico por imagen, no invasivas e incruentas, revelan que, antes de que puedan andar y expresarse verbalmente, su mente es capaz de sentir emociones complejas, como los celos, la empatía o la frustración.

Solidarios


Las investigaciones son múltiples y clarificadoras. En los años setenta, los trabajos del doctor Martin Hoffman, profesor de Psicología de la Universidad de Nueva York, sobre empatía en los primeros meses de vida demostraban que los bebes, al oír el llanto de otros pequeños, rompían a llorar. Hoffman se preguntaba si era por "solidaridad hacia un semejante" o simplemente "por enfado, porque les molestaba el ruido". El experto norteamericano admite que en los seis primeros meses de vida el bebe es capaz de distinguir las emociones de los que lo rodean, especialmente las de su madre, por los gestos faciales.

Grandes observadores


El juego y la interacción visuales parecen desempeñar un importante papel en el desarrollo cognitivo-emocional de los pequeños. Así lo confirma también un estudio desarrollado en la Universidad de Minnesota, Estados Unidos, por el doctor Charles Nelson, actual profesor de la Universidad de Harvard. A bebes de menos de seis meses se les mostraron fotografías, una a una, de distintos chimpancés que aparentemente resultaban muy parecidos. Sin embargo, los pequeños reconocían a cada uno de ellos a juzgar por el interés visual que mostraban. Cuando un mismo chimpancé estaba muy visto, se aburrían y cambiaban la mirada, mientras que recuperaban la atención si se trataba de otro ejemplar.

En la misma línea se mantiene Diane Montague, profesora de Psicología de la Universidad de Filadelfia, a partir de un trabajo dirigido por esta especialista en niños de menos de seis meses. El experimento consistía en mostrar alternativamente a los pequeños una cara triste y otra alegre. La operación se repetía varias veces. En un principio, los bebes sólo observaban con atención, pero luego empezaron a mimetizar los gestos, alegres o tristes, de la cara expuesta.

Contacto y entorno afectivo

Según los expertos, el entorno emocional y afectivo que se crea cuando hablan las personas es un gran estímulo para el cerebro infantil, incomparable con la escasa sensibilidad que se aprecia en ellos cuando el mismo lenguaje lo escuchan grabado. No obstante, este aspecto suscita un punto de controversia o de duda, puesto que está demostrado que los bebes también son receptivos a los sonidos y palabras que captan de la televisión o de la radio.

Según el doctor Agustín Moreno, psicólogo clínico del Centro Tambre de ginecología y fertilidad, de Madrid, los seres humanos somos "esencialmente culturales o sociales, con unas potencialidades que sólo se desarrollarán si se da el entorno adecuado". En este sentido, concluye: "Por muchas potencialidades innatas que posea un bebe, éstas nunca aflorarán en su desarrollo emocional si no se producen los estímulos necesarios".

En el vientre de su madre

Según los expertos, los primeros estímulos durante la gestación proceden de la madre. Aunque es difícil precisar desde qué momento el feto es receptivo, se calcula que a partir de la sexta semana de embarazo capta los ruidos rítmicos que lo rodean y que le resultan agradables, como los movimientos del líquido amniótico o el latido del corazón de su madre.

Algunas de las actuales teorías de educación maternal, que parten de la década de los treinta del siglo XX y de las escuelas inglesa (con Read) y rusa (con Velvoski, Nicolaiev y Chertok, que se basaron en Pavlov), sostienen que un feto que se ha sentido mimado y amado nacerá con más peso, comerá y dormirá bien, y su sistema inmunológico o defensivo estará más desarrollado, por lo que será más fuerte frente a las enfermedades. Y van incluso mucho más allá, al afirmar que esos niños serán más alegres, pacíficos y equilibrados.

El doctor José Antonio Vidart, jefe del servicio de Ginecología y Obstetricia del Hospital Clínico San Carlos, de Madrid, se muestra algo más escéptico. Señala que existen una receptividad y unos movimientos fetales en torno a la séptima semana de embarazo, y que en el segundo trimestre es posible observar mediante ecografía, entre otros parámetros, sus estructuras cerebrales y deducir que su sistema nervioso central es normal. "Es cierto que los pediatras admiten que los niños no deseados son más nerviosos y problemáticos, pero –matiza este experto– aceptar que un bebe amado nacerá más fuerte o será más feliz que otro no deseado son sólo elucubraciones basadas en observaciones; serias, pero por el momento sin constatación científica."

Artículo publicado en el diario La Nación el Domingo 29 de enero de 2006

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