Es una antigua broma decir que "Fulano quedaría mudo si se le ataran las manos". Sin embargo es cierto que todos estaríamos bastante incómodos si nos forzaran a no realizar los pequeños movimientos con que acompañamos e ilustramos nuestras palabras.
La mayoría de las personas son conscientes del movimiento de las manos de los demás, pero en general lo ignoran, dando por sentado que no se trata más que de gestos sin sentido. Sin embargo los gestos comunican. A veces contribuyen a esclarecer, especialmente cuando el mensaje verbal no es claro. En otros momentos, pueden revelar emociones de manera involuntaria. Las manos fuertemente apretadas o las que juguetean constituyen claves sobre la tensión que otras personas pueden notar en nosotros. Un gesto puede ser tan evidentemente funcional, que su sentido exacto es inconfundible. En una película, experimental, una mujer se cubría los ojos cada vez que hablaba de algo que la avergonzaba. Cuando discutía su relación con el terapeuta, se acomodaba la falda.
Algunos de los gestos más comunes están íntimamente relacionados con el lenguaje, como formas de ilustrar o enfatizar lo que se dice. Hay gestos que señalan ciertas cosas y otros que sugieren distancias. "Se acercó un tanto así..." o direcciones: "Debemos movernos más allá". Algunos representan un movimiento corporal (blandir el puño o hacer juegos malabares) y otros delinean una forma o tamaño en el aire. Otros gestos subrayan las etapas durante el desarrollo de una narración: "Entonces se sentó y entonces dijo..."
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