Una autoimagen negativa es uno de los frenos del talento más poderosos que existen. Si tu hijo llega a considerarse como impotente, se desarrollará con seguridad una autoimagen deficiente, lo cual paralizará el desarrollo mental e impedirá el progreso social.
Una de las principales diferencias que he observado en la actitud de los niños con capacidades especiales es su autoimagen fuerte y positiva. Puede que no se generalice a todo lo que hacen, pero en lo que hacen bien suelen ser extremadamente seguros, y por una buena razón. Cada éxito les reafirma que son de veras competentes. Es una afirmación constante de sus talentos y habilidades. El éxito alimenta una buena autoimagen, y una buena autoimagen ayuda a asegurar el éxito.
¿Es posible aumentar la autoestima de un hijo sin convertirlo en tirano?
Todos los padres quieren que sus hijos sean felices, y están dispuestos a hacer lo posible para conseguirlo, pero muchas veces lo intentan por el camino equivocado. Conseguir que los hijos tengan la autoestima alta es uno de los objetivos que se plantean muchos padres, pero no siempre los métodos que utilizan son los más adecuados. A veces queriendo ayudar cultivar la autoestima lo que se hace es fomentar la egolatría. La línea que separa la autoestima de la egolatría hunde sus raíces en las primeras relaciones que el niño tiene en su entorno. Conscientes de que la base de la felicidad está en una buena autoestima, muchos padres se preocupan de seguir las estrategias que les permitan cultivar la autoestima de los hijos, pero en ocasiones equivocan el camino y en lugar de un niño feliz y equilibrado, lo que acaban cultivando es un ególatra, un pequeño tirano. Saber encontrar la línea divisoria entre autoestima y egolatría es uno de los nudos de la psicología evolutiva.
Dorothy Corkille, en “El niño feliz” (Gedisa), una obra que ya lleva 31 ediciones, establece una primera diferencia: “Autoestima es lo que cada persona siente por sí misma. Su juicio general acerca de sí mismo, la medida en que le agrada su propia persona. La autoestima elevada no consiste en un engreimiento ruidoso. Es, en cambio, un silencioso respeto por uno mismo, la sensación del propio valor. Cuando uno la siente en lo profundo de su ser, se alegra de ser quien es. El engreimiento, en cambio, no es más que una delgada capa que cubre la falta de autoestima. Aquel cuya autoestima es elevada, no pierde el tiempo en impresionar a los demás: sabe que tiene valor".
Ese es el punto de llegada, pero ¿cuál es el camino? El camino empieza en el momento mismo en que el niño abre los ojos y empieza a ver el mundo. La psicoanalista Isabel Menéndez afirma: “Por autoestima se entiende que el niño tenga una percepción de sí mismo como alguien valioso y querido, especialmente por los padres. Se construye cuando los adultos le acompañan en el crecimiento, poniéndole los límites, es decír, educándole y formando su personalidad. Y haciéndolo con respeto, que consiste en no forzar al niño, pero sí motivarle para que actúe de determinada manera". Sigue leyendo...
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