Con tan sólo dos días de vida, un bebé ya puede dar pistas a sus padres sobre si tiene posibilidades de convertirse en el próximo Justin Timberlake o si, por el contrario, le va más el estilo cantautor. Una investigación acaba de averiguar que el sentido del ritmo en los humanos es algo innato, una cualidad que nos diferencia del resto de los animales.
Investigadores de los Países Bajos arrojan algo de luz sobre la forma en que los hombres entienden la música, al descubrir que el sentido del ritmo se desarrolla ya en el útero materno, al igual que el sistema auditivo es en parte funcional aproximadamente tres meses antes de nacer. Por eso, nada más venir al mundo, los bebés son capaces de seguir y distinguir las melodías.
Este hallazgo, publicado en el último número de la revista PNAS (Proceedings of the National Academy of Science), desmiente la creencia generalizada que existía hasta la fecha de que el sentido rítmico se iba formando en los primeros meses de vida, sobre todo si los padres lo estimulaban poniendo música a sus retoños. Los nuevos datos indican que nacemos con él, algo que no le sucede ningún otro mamífero, ni siquiera a nuestros parientes más cercanos como los chimpancés.
Para comprobar este sentido innato, los autores pusieron distintas secuencias musicales, con variaciones rítmicas, a 14 bebés con dos y tres días de vida. Las melodías, realizadas con tres instrumentos (tambor, bajo y platillos) sonaban mientras dormían y gracias a unos electrodos el equipo medía la actividad cerebral que generaban. De esta forma vieron que los cambios de ritmo coincidían con una variación en la señal cerebral.
Las capacidades auditivas que están tras este sentido del ritmo ayudan también a que los niños se adapten al ritmo del habla de las personas y respondan en consecuencia.
La música es algo que está presente en todas las culturas humanas, de unas u otras formas. Pero el hecho de que el sentido rítmico sea algo innato, el origen y la evolución de la música y el papel que ésta juega en el individuo es algo que aún necesita más investigaciones, aclaran los autores.
ISABEL F. LANTIGUA para elmundo.es
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario